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Hace poco, poco tiempo, el sultán, hombre justo y magnánimo, además de sabio, concedió audiencia a un selecto comité en representación del bosque, entre el que figuraba un sufí, dedicado al cuidado de las plantas, a la cura de los animales enfermos y heridos, y a reparar los daños que, desde siempre, ha infligido el hombre a la Madre Naturaleza, gran maestra entre todos los maestros. El que primero habló fue el roble más añoso, quien tomó la palabra en nombre de los vegetales. Y dijo así: Majestad, muerta la tradición oral, la civilización del papel está acabando con nosotros. El bosque es vida: da oxígeno, calor y frutos a los animales y a los humanos. Pero el hombre, armado de hacha y sierra, siega la vida de mis hermanos, sin darse cuenta de que la muerte de los árboles le conducirá a su propia destrucción. Cuando sobre la corteza la tierra no se yerga lo verde, y su lugar lo ocupe un desierto inhóspito, todo estará perdido para el planeta. El mono, por ser el animal más allegado al hombre, se dirigió al sultán en nombre de la fauna: El bosque señor es un ser viviente. Cantan los pájaros, escapan o atacan los mamíferos de las distintas especies, se arrastran y cazan los ofidios, cumplen los pequeños ciclos los insectos… y todos, sin excepción, forman parte del sagrado ciclo de la vida. Cuando una especie desaparece, se altera una parte importantísima del equilibrio vital. Los hombres no parecen entender todo esto y vienen en bandadas: cazadores, excursionistas, pirómanos, nos están exterminando. Matan sin discriminación, todo lo contaminan, queman nuestros hábitats y a nosotros mismos. Doy gracias por no haber evolucionado como hombre y mantener mi estatus de primate. E n mi calidad de representante d los animales, pido con urgencia a Vuestra Majestad protección para todos. Habló, a su vez, el Espíritu Benigno de los bosques, en nombre de todos los demás espíritus que pueblan el mundo vegetal: Nosotros tampoco no sentimos seguros. Compartimos la preocupación y la angustia del resto de los afectados. El hombre ha matado las leyendas, la fantasía, la imaginación… y todos: elfos, hadas, brujas, geniecillos, pequeños seres de los bosques hechos de brisa y sueño no teniendo cabida ya en ninguna parte, nos hemos refugiado en los lugares más recónditos del bosque esperando no ser cazados como alimañas y encerrados en cárceles de papel, como el producto de algo fantasmagórico y nocivo para eso que llaman realidad, y que sólo conforma el cincuenta por ciento de la verdad. Pedimos a Vuestra Majestad que proteja los sueños como la otra mitad necesaria de la vida. El sufí el último en expresarse. Por tratarse de un hombre extraordinario un verdadero hombre, era respetado por vegetales, animales y espíritus, que le cedieron la última palabra. Y dijo el sufí: Cuando el hombre no había espantado aún sus huellas en la tierra, el mundo era un vergel. Es posible que existan bosques sin hombres, pero no puede ser que no haya bosques sin bosques. El bosque en su conjunto es un solo organismo, una sola familia; perecerá si no recibe cuidado y atención. Está expuesto a múltiples amenazas: tala masiva de árboles, contaminación, sequía, incendios, erosión, inundaciones, urbanizaciones, carreteras…Millones de especies animales, vegetales desaparecerán sino actuamos rápido y atinadamente. Despreciados los recursos espirituales y agotado los naturales, el bárbaro que se llama así mismo civilizado, prepara obstinadamente su suicidio. Las consecuencias de esa agresión permanente a la naturaleza y a nuestros valores ensombrecen el presente y el futuro de la tierra. Solo la infinita sabiduría de Vuestra Majestad hallaría el remedio milagroso. Convencido y enternecido por los razonamientos de sus interlocutores, el sultán Ibrahim colocó el bosque bajo su protección directa, prohibió que leñadores, cazadores, pirómanos y ortos elementos dañinos accedieran al mismo, paralizó labor destructiva y la industria contaminante, ordenó a cada uno de sus súbditos plantar un árbol y cuidar otro, nombró virrey del bosque al sufí bondadoso y bienhechor. Y en el bosque reinó la vida.
NUESTRA TIERRA NO ES SOLO UNA HERENCIA DE NUESTROS ANTEPASADOS, SINO UN PRESTAMO DE NUESTROS HIJOS.
MORALEJA: EL PLANETA ESTA EN NUESTRAS MANOS
POR NACHO
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